Un soplo de pasión que me eriza la piel. Vanesa Martín en Los Ángeles.

Vanesa Martín en los ángeles

No habrá una ciudad donde no me emocione, canta Vanesa Martín en polvo de mariposas. Y la piel se le eriza, y se le ruboriza el rostro, mientras su público se desgarra la garganta en un frenesí que parece no tener fin.

Anoche la cantautora malagueña dejó un reguero de pasión y calidad vocal en su paso por la ciudad de las estrellas y la parafernalia cinematográfica.

Durante dos horas, Martín volcó la sal de su Málaga natal, su corazón inquieto, el alma y la piel al servicio del arte y las historias compartidas.

La ciudad donde naciera ‘Munay’ y ‘Todas las mujeres que habitan en mí’, la vio por primera vez desplegar su arte y poesía; esa que oficia de banda sonora de la vida y los sueños de las almas atrevidas que viven sus emociones como si fuera el último día.

Acompañada de seis de sus músicos, con la complicidad, las ganas de concierto y los deseos que viajan a través de su garganta y se materializan en la punta de los dedos, Vanesa hizo un recorrido por sus más de 15 años de carrera musical, desde ‘Agua’ hasta ‘Siete veces si deluxe’.

Relatos, confidencias, ironía y muchos mensajes volcados al viento, sirvieron de puente para calibrar el sobresalto emocional.

“Cada secreto del alma de un escritor, cada experiencia de su vida, cada atributo de su mente, se hallan ampliamente escritos en su obra”, escribía Virginia Wolf en uno de sus diarios. El resto, queda librado a la imaginación y la fantasía; y es allí mismo dónde surge la magia.
Magia que Martín manifiesta con un talento inigualable. 

La primera vez nunca se olvida. Crónica de una noche en The Wiltern 

Cuando puntual, a las 20 horas se encendieron las luces del escenario, y apareció Vanesa por el centro cantando a capella ‘No te pude retener’, el público estalló en gritos desmedidos. 

De traje rojo holgado, con un escote pronunciado que dejaba ver el body negro que llevaba debajo, el pelo recogido y unos rizos alborotados en la coleta.
Rojo es el color de la sangre que corre por nuestras venas, el del fuego cuando aviva su llama en el corazón del incendio, y el de las rosas que regalan los amantes. Es el rojo visceral y atrevido; vida y pasión.
Es también, el rojo ganador que se encargó de sentenciar en ‘Inventas’, a los dos minutos de haber pisado la tarima del Wiltern.

Los gritos multiplicaron las presencias que, en su mayoría disfrutaban de la artista en vivo por primera vez. “Te quiero siempre en mi equipo”, diría Vanesa más tarde ante las poderosas gargantas que expresaron su cariño constante.

Martín salió a escena para comerse Los Ángeles, sin predecir con el público que se encontraría, dejó desde el primer momento lo que tenía para ofrecer.
La energía que escapaba del cuerpo la hizo correr de lado a lado, sonreír en todo momento, saltar con la alegría de un niño y bailar lo más que pudo.

Sonaba ‘Llueven las luces’ y la coleta rabiosa se le adelantaba, mientras con un ligero movimiento de hombros brincaba en el lugar y señalaba directamente a ciertos fans al azar en las primeras filas, que con las ganas contenidas, no se animaban a pararse aún de la butaca.

“Muy buenas noches Los Ángeles. Qué maravilla por favor, yo no me lo creo que estemos aquí. De verdad que quiero agradeceros en mayúscula que hayáis querido acompañarnos esta noche. Es la primera vez que hacemos gira en Estados Unidos y está siendo un sueño maravilloso del que vosotros sois partícipes. Y la primera vez nunca se olvida, eso es así” – fueron las primeras palabras, que con un gesto de sorpresa y el brillo en los ojos, escogió para dirigirse a su público por primera vez.

“No se si el concierto era a las 6 y media o a las 8. Nunca llegó a quedarme claro. De cualquier forma quiero deciros que venimos a entregarnos, que venimos a dejaros el corazón, la piel y las ganas. El cometido de estas canciones es robaros un poco la experiencia vivida, los sueños, el deseo, la pasión. Olvidaros de la rutina y que nos entreguemos por única e irrepetible esta noche que estamos aquí todos.” – Continuó; y caminó hacia atrás para dirigirse a la tarima del fondo. La noche recién comenzaba. 

Siguió con ‘Te has perdido quien soy’, ante un recinto que enmudeció.
Vanesa canta con el cuerpo, se lleva la mano al muslo y lo aprieta con fuerza, acaricia suavemente su costado izquierdo, pasa por el cuello y termina en su pelo, que lo revuelve lento. Toma la guitarra e interpreta ‘De tus ojos’

Fotografía: María Noel Robaina

Vanesa fue poco a poco alternando su discografía, y el orden con el que interpreta los temas en sus conciertos. Agregó canciones nuevas, quitó algunas; sorprendió con giros tonales o cambios de letra, dando paso también a la improvisación al servicio de la piel. 

En ‘Complicidad’ y ‘Despedida y cierre’ intercambió miradas con Omar Alcaide, giró en torno a un juego que los abstraía y los devolvía constantemente.

Robó unas carcajadas mientras contó la anécdota que antecede a ‘Adiós de mayo’ y le dio paso a Joaquín Calderón para que las cuerdas de su violín calaran hondo en el centro de la escena.

Más atrás, entre el público se levantaba una gran bandera de España, que se agitó al compás de ‘9 días’, junto a otras de México.

Enfrente, una chica le dejó un ramo de flores sobre uno de los parlantes. Ramo que Vanesa recogería más tarde, y que sería el disparador para que comenzaran a acercarse otros. Discos que esperaban ser firmados, ejemplares de “Mujer Océano”, una carta en un sobre púrpura y mas ramos de flores.

Entre llamadas de Whatsapp de quienes acercaban el concierto a aquellos que no pudieron asistir, selfies y muchos, muchos “Te amo” que hacían eco en el Wiltern, tras robarle una sonrisa a Vanesa; la noche siguió con ‘La huella’ y ‘Nadie más que tu’ (de su primer disco ‘Agua’).

La malagueña menea la cadera con movimientos envolventes, baja hasta el suelo, se inclina hacia adelante y se lleva la mano a la cadera para recorrer su cintura y bajar hacia la pelvis.

Sube la mano al cuello para rodearlo y cierra los ojos, recordando quizá ese “soplo de pasión que me eriza la piel” y que hoy roba a su público.

Fotografía: María Noel Robaina

“Quién me iba a decir a mi que cuando vine la primera vez a grabar Munay hace cuatro, cinco años, íbamos a venir a cantar y a presentar justo esas canciones” (en realidad hace algunos años más, Vanesa, pero sabemos que cuando la vida se disfruta a pleno, ésta pasa volando) 

Las luces del escenario bajaron. En escena, con un foco directo que las ilumina, quedan Alba Haro al cello y Vanesa al teclado. Juntas, interpretan ‘Que no’.

Y luego, sola en mitad del escenario, desnuda y entregada a una lírica que se le desborda por los poros, canta ’90 minutos’. Secundada por el coro que tiene delante.

Una hora había transcurrido desde que hiciera su aparición en escena y la montaña rusa emocional transitada pasó por todos los escalafones sentimentales.
Vanesa pone la voz y el cuerpo, la fantasía hace el resto. Quién haya vivido una historia de amor; quien haya dicho basta, terminado con una relación en la que ya no se sentía a gusto; quien haya vivido y amado, ha estado en esa piel. Son sentimientos y emociones hechas canción.
Es la mujer, amante, amiga, cómplice, compañera, pasional, desmedida y con el horizonte claro. La que entrega un puñado de estrofas hechas arte, con las que cualquier ser humano puede identificarse. Es la vida misma entre acordes.

Aleteos de sirenas, cantos seductores

La bestial interpretación de Joaquín Calderón en ‘La Escalada’, le da el tiempo necesario para que Vanesa realice el primer y único cambio de ropa, de cara a la segunda mitad del concierto.

Calza de cuerina negra y una chaqueta larga de color verde limón que se tornaba amarilla según le daba la luz, con unos detalles en rosa, y una coleta semi-despeinada.

Mucho se habían tardado, pero los primeros acordes de ‘Todo cambia’, siempre hacen que sea inevitable permanecer en las butacas. Y como si de una reacción en cadena se tratase, desde la primera fila, hacia el fondo, el público permaneció de pie.

La alegría y el baile dominaron la escena con ‘Llega el momento’, ‘Hábito de ti’ y ‘Sintiéndonos’. Para dar paso luego a las desgarradoras ‘Polvo de mariposas’, y ‘Arráncame’, que se cantaron con tanta pasión como el pecho lo permitió.
Vanesa se lleva las manos a los labios y acaricia su cuello, bajando al pecho, para finalizar en una nota sostenida que despierta unos gritos desmesurados.
Juega con sus dedos y dibuja figuras en su cintura, tira de su chaqueta y desnuda su hombro izquierdo. Da un giro de espaldas al público y extiende los brazos, empapada en cariño y agradecimiento.

Hacia el escenario le acercan una bandera de México que extiende con una gran sonrisa, luego una de Venezuela y otra de su España natal, que besa mientras guiña el ojo y la coloca sobre su hombro.

Cuando la noche llegaba a su final, dos chicas viven quizá uno de los momentos de su vida en una pedida de matrimonio, mientras suena de fondo ‘Aún no te has ido’. Besos, abrazos, felicitaciones y mucho amor; que dan el puntapié inicial a ‘Déjame a mi’.

“Me siento en familia, me siento agradecida, siento que recargue las pilas con una energía que sobrepasa mi entendimiento y mis expectativas, siento que la vida es maravillosa cuando te acaricia y yo hoy gracias a cada uno de vosotros siento que acaricié ese instante. Gracias a vosotros” – dijo para despedirse con ‘Mi amante amigo’ y finalizar a todo dar con ‘Y vuelo’.

La figura de Vanesa se pierde en la oscuridad del escenario, mientras queda resonando en el aire “Gracias por venir. Quiero venir por siempre”.

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