Buceo Invisible, en el Teatro Solís el 9 de noviembre

Buceo Invisible

Año 1997 en algún lugar del barrio Buceo de la ciudad de Montevideo, un grupo de amigos forman un colectivo artístico. Diego Presa, Sebastián Vítola, Álvaro Bassi, Marcos y Santiago Barcellos le dan forma a una gran idea. Abordar la creación artística desde distintos lugares con el fin de hacer muestras disciplinarias de arte en un mismo espacio. Mientras se hace música, se pinta, se hace fotografía o poesía.

Desde el comienzo el colectivo pretendía generar espacios donde la música, la poesía, el arte plástico y visual dialoguen entre sí y con el público. Este tipo de espectáculo llega a los más profundo del alma de quien los ve y los escucha, de quien los siente.

Buceo Invisible toca las fibras más intimas, saben decir eso que tenemos dentro, lo que sabemos y lo que no sabemos de lo que nos ronda el alma. Lo que guardamos en los rincones más apartados de nuestros corazones.

Por supuesto que hemos estado ahí, más de una vez, en distintas salas y distintos formatos. Es conmovedor, emociona al punto de las lágrimas. Y ese sería el fin de cualquier artista, tocar esos puntos especiales que llevamos en nuestro ser.

Emocionarse mirando el Guernica de Picasso, o escuchando el discurso de Martin Luther King; emocionarse dejándote llevar por las notas de Comfortably Numb. Eso es arte en su más pura expresión. Y Buceo Invisible sabe los caminos para llegar a esos lugares. Tienen las llaves escondidas entre los acordes de sus músicas, dentro de las frases de sus poesías.
Letras con sentido existencial, mundos en penumbras como cuentos de Onetti. El colectivo artístico te lleva de viaje hacia adentro. El viaje más difícil, el viaje que a veces no nos animamos a hacer.

Buceo invisible tiene esa capacidad de hacer de vehículo introspectivo. Son trovadores de estos tiempos de depresión y redes sociales. De clonazepam y likes en Facebook.

Buceo Invisible: Discografía

En 2006 sacan ‘Canciones para niños tristes’, un puñado de canciones profundas y de una gran calidad compositiva. En 2007 la banda es nominada a los Premios Graffiti como “Banda Revelación” y ‘Domingo’, canción presente en ese disco fue nominada a “Mejor tema del año”.

No podía empezar de mejor forma la carrera de Buceo Invisible. No por los premios o nominaciones, sino por el reconocimiento. Porque su música y sus poesías habían llegado, y habían gustado. Hay cierta particularidad en las letras, intentan formar parte de la imágen que el oyente proyecta a medida que escucha las canciones. Como si el juego consistiera en  compartir la narrativa entre compositor y oyente.

Con claras influencias tan disímiles (o no) como Radiohead o Eduardo Darnauchans, Buceo Invisible hace camino al andar. Cada uno de sus discos han tenido tan buena recepción que son constantemente nominados a los Premios Graffiti.

Luego le siguieron:

  • Cierro los ojos y todo respira (2009)
  • Disfraces para el frío (2011)
  • El pan de los locos (2015)
  • Luz marginal (2018)

Y con este excelente camino llegan al Teatro Solís nuevamente, para presentar ‘Una Flor Cerrada’.

Charlamos con Diego Presa, voz de Buceo Invisible

Año 1997, Buceo. Un grupo de amigos artistas decide formar un colectivo. ¿Cómo surge esa idea, un tanto innovadora para el Uruguay de la época? ¿Y cuál era la vinculación que tenían con el arte en ese momento?

Vivíamos en el barrio Buceo, éramos cinco amigos, algunos nos conocíamos desde el jardín de Infantes.

La definición del grupo se dio por las características de la labor de sus integrantes, no había un concepto previo. Algunos escribían, otro dibujaba, yo empezaba a componer mis primeras canciones.

Queríamos trabajar juntos, ese era el motor, el sentido. Y por eso se generó la cuestión “multidisciplinaria”, como una especie de Factory warholiana.

No creo que fuese algo tan innovador, aunque es cierto que nos costaba explicar, hacer entender qué era lo que hacíamos.

Canciones para niños tristes, primer disco, una lírica excelente. ¿Cómo ha sido el proceso de composición?, y ¿Cómo ha ido evolucionando la música y letra a través del tiempo y los distintos trabajos discográficos?

Música para niños tristes, nuestro primer disco “oficial”, nos marcó profundamente. Implicó una apertura, un movimiento hacia un público más amplio y también nos obligó a modificar ciertas dinámicas de trabajo.

Se consolidó una banda dentro del grupo, y el costado musical comenzó a ser desarrollado de otra manera.

Con los años el encare arreglístico, de producción artística y composición de los discos se ha colectivizado más. Son trabajos realmente grupales en lo musical y no tanto de cantautor, como quizás eran nuestras primeras grabaciones.

¿Cómo han sido estos últimos dos años en relación a la pandemia? Seguramente sea un momento ideal para componer. ¿Cómo han utilizado las plataformas digitales y que piensan de esas plataformas y las nuevas formas de difundir la música?

La pandemia y en relación a esto, las políticas que se encararon con respecto al sector cultural, nos marcó como a todo el mundo. Sí, pudimos trabajar en nuevas canciones, y cuando se pudo tocar logramos concretar algunos conciertos.

Somos gente del siglo XX, que creció con determinadas ideas acerca de los discos y la relación con quienes escuchan.

Creo que nadie tiene muy claro hacia dónde va el sector, y como eso influye en la producción de música, y cuál es el nuevo lugar de las canciones en nuestra sociedad.

Nosotros seguimos trabajando, muy concentrados y comprometidos en escribir mejor, en tocar mejor y en tratar de que todo esto tenga un sentido.

En cuanto al próximo espectáculo, que nos pueden contar o adelantar. ¿Qué veremos ese día?

Volvemos a la sala principal del Solís. Para nosotros es una alegría tocar ahí, un escenario en el que resuena aún la presencia de artistas que admiramos.

Vamos a estrenar material, a revisitar canciones de todos los discos y estamos trabajando mucho en la puesta en escena, que tendrá algunas sorpresas.

Son instancias en las cuales podemos desplegar lo que nos identifica como colectivo, que es el diálogo entre la música, la palabra y la imagen.

La evolución compositiva sobre todo ha sido muy clara en cuanto a los lugares que llega con las imágenes líricas , la exploración de los mundos, de los colores del alma, es muy marcada.

El primer trabajo oficial empieza con el tema ‘Domingo’. Cuántos de nosotros nos hemos sentido atrozmente identificados con esa sensación. Porque “Domingo” no es solo un día, es también una sensación que se surge, un color especial que solo tienen los domingos.
Cuando se acerca el ocaso de ese dia de la semana, todas las sombras se alargan, fantasmales. Son como manos, como garras que se estiran e intentan tomar tu cuerpo apesadumbrado.

Pasaron unos años, discos por medio. Llega el año 2018 y sale ‘La Luz Marginal’.

Diego empieza cantando; “Extrañando todo, como un ciego reciente, desconociéndose, tropezando con la gente…”
Una profundidad cruel, de quién lo tuvo todo y lo perdió. Una letra que dialoga con nosotros, simples oyentes. Y como siempre esa capacidad de mostrarnos imágenes y sensaciones con la música.

El sonido del grupo jamás necesitó de estridencias o de artilugios innecesarios. Cada uno aporta lo justo. Lo que necesita cada canción, una nota de piano, un acorde de guitarra o un arco de violín recorriendo la cuerda Sol. Nada sale de la fluidez, de la sencilla fluidez que necesita un tema para llegar a lo más profundo del corazón.

Y eso es lo que vamos a disfrutar en este próximo concierto. Un puñado de canciones bien hechas, bien ejecutadas, bien interpretadas.

Veremos a Buceo Invisible siendo Buceo Invisible, una de las mejores bandas del Uruguay.